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Desperdicio (Comer de la Basura)


Según cifras del Programa Mundial de Alimentos (WFP por sus siglas en inglés) aproximadamente 795 millones de personas en el mundo no tienen suficientes alimentos para vivir saludable y activamente. La gran mayoría de los afectados en el mundo vive en países en desarrollo y la magnitud del problema es tan grande que juntando los índices de mortalidad del sida, malaria y tuberculosis no se llega a igualar las cifras del hambre en el mundo. (Programa Mundial de Alimentos, 2018) 

En Colombia, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 3,4 millones de personas se encuentran subalimentadas, lo que equivale a que un 7,1% de la población carece de una seguridad alimentaria completa. (COLPRENSA, 2017) 

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el artículo 25, se indica que toda persona tiene derecho a una calidad de vida que le asegure, entre otras cosas, la alimentación. Precepto que se cumple de manera parcial en el mundo. (Fundación Internacional de Derechos Humanos, s.f.) 

En un informe sobre pérdidas y desperdicios de alimentos realizado por la Dirección Nacional de Planeación (DNP), encargada de la implantación de estrategias en lo social, económico y ambiental en Colombia, se concluye que se pierde y se desperdicia alimento con lo que se pudiera alimentar a más de 8 millones de personas al año, aproximadamente toda la población de Bogotá. (Departamento Nacional de Planeación, 2016) 

Según el organismo, lo que se cosecha o la oferta disponible de alimentos anualmente es de más de 28 millones de toneladas, de donde un 34% (9,76 millones de toneladas) de esa oferta se pierde y se desperdicia. (Departamento Nacional de Planeación, 2016) 

En este punto es preponderante saber diferenciar entre pérdida y desperdicio, ya que son conceptos distintos y la DNP lo dilucida: la pérdida es la disminución de alimento disponible para el consumo por ineficiencias en las cadenas de producción, siendo las frutas, verduras, raíces, tubérculos, cereales y cárnicos los que más índice representa. Mientras que desperdicio es la disminución de alimentos relacionada con el comportamiento, los hábitos de compra y consumo y manipulación de alimentos, teniendo frutas, verduras, legumbres, oleaginosos y lácteos los que más se desperdician en los hogares. (Departamento Nacional de Planeación, 2016)​​​​​​​


Desde muy temprano, decenas de camiones cargados de toneladas de alimentos como vegetales, hortalizas, frutas, entre otros, llegan desde distintos departamentos de Colombia y de otros países hacia la localidad de Kennedy, en Bogotá.

Allí se encuentra CORABASTOS, la principal plaza de mercado y comercialización de alimentos del país que cuenta con 420.000 metros de terreno y 57 bodegas que se utilizan para almacenar y comercializar los alimentos las 24 horas del día, de domingo a domingo.

Al ingresar al sitio, la gran cantidad de camiones parqueados desembarcando los productos hacia los negocios es notoria. A simple vista se puede divisar a los ‘coteros’, que son las personas encargadas de cargar los bultos y llevarlos a los locales: “¡Siga mi corazón, cuidado la espalda!”, decía uno de ellos mientras pedía permiso para pasar por los estrechos y lodosos caminos hacia los negocios. Su herramienta principal son las carretas, llamadas popularmente ‘zorras’, donde depositan los productos para su posterior traslado. 

Dentro de una de las bodegas el sonido de los cientos de comerciantes, de los 6.500 aproximadamente que comprenden todo el establecimiento, se hace eco a la voz de “¿siga qué busca?, ¿En qué se le puede ayudar?”, conjugándose con el verdor de las lechugas y arvejas, el morado del repollo y la cebolla, el naranja de la zanahoria y el amarillo de la papa criolla, haciendo de este lugar toda una sinfonía de alimentos donde los compradores son el público de tan magno evento.

En el recorrido se observa que varios de los productos que se comercializan terminan en la basura. Pero lo que más llama la atención es un contenedor de desechos lleno de lechugas que al parecer se encuentran en buen estado. Al indagar a los comerciantes del lugar sobre el porqué de este desperdicio, ya que estas legumbres podrían servir para una ensalada, comentan que dichas hortalizas son arrojadas porque en ocasiones no cuentan con el tamaño, forma y color para su venta. Al constatar en otras bodegas se puede evidenciar que la escena de la lechuga se replica con otros productos: manzanas, papayas, plátanos, entre otros.

En el mismo escenario aparece el drama de quienes golpeados por el hambre y la falta de recursos económicos se ven obligados a luchar por su vida de alguna manera: aquella pareja nerviosa y avergonzada no le teme al ‘¡qué dirán!’, sino al hecho de no tener nada que ofrecerle a su familia para comer. Con cuchillo en mano, el hombre, de aproximadamente unos 40 años de edad, toma la papaya del contenedor de desperdicios y la corta para constatar si el alimento le servirá. Mientras hurga en la basura, ella no aguanta las ganas, toma una manzana y se la come con tal desespero que da la impresión de no haber comido en días. Al final de su búsqueda lo seleccionado lo guardan en fundas plásticas y rápidamente, para no ser vistos por los guardias de seguridad, se dirigen hacia otro contendedor de desechos. El hambre y el desperdicio de alimentos suenan al unísono, alertando su presencia y aclamando su permanente atención
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